viernes, 6 de febrero de 2009

El violinista de la estación

Esta historia circula por Internet. Comenta que es una historia real. Desconozco el autor ni dónde se publicó por primera vez. La leí gracias a que mi costillo me la hizo llegar recomendándome un blog y el creador del blog a su vez lo recibió de un compañero. He buscado por Internet y montones de blogs tienen publicadas la historia, pero en ninguno indican el origen o autor de la misma.

Es una historia que creo que no deja indiferente y en la que deberíamos reflexionar. Yo muchas veces me doy cuenta de que gracias a mis hijos aprendo a ver la vida de otra manera y a valorar pequeños momentos.
Mi hijo Matías, de tres mesecitos me enseña lo maravilloso y colorido que es el mundo. También la riqueza de sonidos que se pueden encontrar. Últimamente hace muchos ruiditos con la boca en su empeño por hablar. Otra gran maravilla del ser humano, nuestra capacidad innata para comunicarnos.
Mi hijo Martín me ha enseñado tanto. Recuerdo un día en el que se quedó asombrado contemplando los destellos que provocaba la luz del sol al reflejarse en algunos objetos de casa. La verdad es que era algo digno de ver. Y estuvimos largo rato haciéndolo. Ahora le encanta que le explique cosas, de la naturaleza, de las matemáticas, de la informática... de cualquier cosa que me dé por explicarle del por qué de algunas cosas. Y cuando se lo explico, aprendo de sus preguntas. También me doy cuenta de cuánto desconozco. Y además, me maravillo con él de la grandeza de la naturaleza, o de los números, o de lo que sea que estemos aprendiendo juntos.
Por ello siempre he pensado que en toda casa tendría que haber un niño. Dan alegría y nos enseñan a valorar las cosas importantes de la vida.

El caso es que a mis tres nenes, mi costillo, Martín y Matías, les encanta la música. A mí también. Pero hace tiempo aprendí de mi costillo a pararme a escuchar a la gente que toca en el metro o en la calle. Es precioso y siempre me ha parecido que es algo que me gustaría que existiera siempre. Como muchos otros "artistas" que hay en las Ramblas de Barcelona. Es un espectáculo digno de ver.

Espero que la historia os diga algo.

EL VIOLINISTA DE LA ESTACIÓN

“Un hombre se sentó en una estación del metro en Washington y comenzó a tocar el violín, en una fría mañana de enero. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras de Bach. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino a sus trabajos.
Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música. Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha. Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino. Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha. En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.
Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín tasado en 3.5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares. Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.
La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?
Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la siguiente: Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?”

4 comentarios:

SandeeA dijo...

Yo ya conocía la historia, es cierta, han hecho el experimento además en distintas ciudades con idéntico resultado... supongo que para el violinista también es una cura de humildad! jajajaja

Como siempre, me encanta leerte... y cuánta razón tienes respecto a los niños (mientras te escribo mi bebeto me pega ñacas en el brazo para que le haga caso jajajajaj)

Mar dijo...

Gracias :) Me gusta que me leas.
Hazle caso a tu bebito, mujer, jejejeje :)

Mandragora31 dijo...

Lo prometido es deuda y aquí estoy yo leyendome la historia de cabo a rabo ;D

Es cierto que por las puñeteras prisas nos estamos perdiendo muchas cosas que en momentos de tranquilidad nos parecen fascinantes... ¿pero no crees que también es porque damos por hecho que todo el que no toque en un local es un Don Nadie? ¡Qué lastima!

Mira, en el barrio del padre de mis nenas donde viví 7 años, hay un señor al que llaman "el niño Migué". Es guitarrista y ha tocado junto a los mejores (Paco de Lucía entre ellos) pero la mala suerte y su mala cabeza ha hecho que termine en la c/ Concepción (la comercial de Huelva) tocando su guitarra para pagarse la dosis. Todo el mundo le conoce, todos sabemos que tiene el respeto de los grandes y todos, yo entre ellos, cada vez que le veo me paro un ratito a escucharle porque toca como los angéles... Pero quien no le conoce le pisaría si pudiese y no valora lo que hace...

En fín nenita, me encantan estas historias que nos descubres a través de tu rincón y me hacen pensar tanto.

No somos nadie.

Besitos a todos!!!

Mar dijo...

Loli, gracias por leerme y me alegro muchísimo hacerte pensar.
Yo creo que somos mucho. Cada uno somos un mundo y una vida entera. Y tenemos que aprender a disfrutarla. Que sólo se vive una vez.

Un besito muy fuerte, y a disfrutar de las pequeñas cosas que nos da la vida.