martes, 30 de septiembre de 2008

El síndrome del nido

Hay embarazadas a las que en el tercer trimestre del embarazo les da por ordenar la casa, limpiar, lavar ropa, cocinar y preparar todo como si tuviesen que dejarlo todo perfecto para una ausencia de por lo menos dos vidas más. Le llaman el síndrome del nido.
La gente le busca causas. Hay gente que dice que es una manera de ser previsora. Otros comentan que es una manera de calmar la ansiedad que provoca la llegada del futuro hijo... En fin, podéis encontrarle vosotros mismos la explicación que se os ocurra, pero el caso es que conozco a gente a la que le ha dado por ello.

Yo la verdad, es que soy poco desastrita para las cosas de la casa. Intento tenerla lo mejor que puedo, pero no es mucho la verdad. Sobre todo cuando trabajo. Me da mucha pereza la mayoría de las veces ponerme a limpiar, aunque luego empiezo y entonces no paro.

El caso es que en mi primer embarazo tuve lo que yo llamé "El síndrome marmota y la mujer feliz". Jeje, y es que me pasé casi todo el embarazo durmiendo cual lirón, y la mar de relajada y feliz. De hecho creo que el último trimestre es cuando menos cosas de casa hice. Sí que me dio por hacer punto de cruz, pero creo que esa fue la máxima actividad que tuve. Os podéis imaginar...

Así que cuando oía eso de que a las madres les daba por ese síndrome pensaba: "Pues ya me podía dar a mí por eso". Ea, pues en qué momento se me ocurrió pensar eso.

En este segundo embarazo, desde agosto, no he hecho más que limpiar y ordenar la casa como una loca. Me pego unos palizones de limpiar que no me creo ni yo. He conseguido que mi casa parezca una casa decente, y que desaparezcan esas bolas de pelusa que siempre la recorrían (como las del desierto, hasta las echo de menos). He conseguido ver que tengo una cesta para poner la ropa de la plancha. Estaba debajo de la ropa que ahora no tengo por planchar! Y tengo los armarios más ordenados que nunca.

Hoy he tenido uno de esos ataques y tengo la espalda molidísima. Espero parir pronto de lo contrario el síndrome del nido me va a matar...

lunes, 22 de septiembre de 2008

Ha llegado el otoño... una estación tan melancólica

Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.

Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.

Autor: Juan Ramon Jimenez

domingo, 21 de septiembre de 2008

El inicio del "cole"

Este pasado lunes, mi hijo de 3 años empezaba el colegio "de los nenes grandes".
Tienen un periodo de adaptación, si se le puede llamar así a lo que practican aquí los colegios públicos. El primer día iba sólo una hora, el segundo una hora y media, el tercero toda la mañana y a partir del cuarto jornada completa. Me parece un periodo de adaptación bastante ridículo, pues realmente no ayuda nada a que los niños se adapten este ritmo tan rápido de coger un horario normal. No sé porque la prisa de que los niños vayan ya todo el día al colegio, pero imagino que habrá mucha gente que opinará diferente, incluso de forma muy contraria a la mía.
A mí me entristece muchísimo cuando voy a dejar a mi nene y veo a otros que, pobres, siguen llorando por la separación con sus padres, por tener que ir a un sitio tan desconocido tantas horas, por sentirse "abandonados" allí porque aún no han conseguido adaptarse. Y más aún cuando sus padres les gritan desde la puerta de la clase mientras el niño llora inconsolable dentro: "Fulanito, haz el favor de portarte bien y no llorar!!" Pero porque llorar es no portarse bien? A nosotros los adultos también nos cuesta adaptarnos a muchos cambios que sufrimos en la vida. Pero nos han "enseñado" a aguantar. Que nos parecería si cuando le "llorarmos las penas" a nuestros seres queridos explicándoles como nos cuesta ese cambio que nos dijeran que "debemos portarnos bien y adaptarnos sin quejarnos"?


En fin, cada uno con lo suyo.

Por suerte, a mi nene no le ha costado mucho adaptarse, pero el primer día fue una pesadilla para los dos.
Al principio íbamos la mar de contentos camino al cole. Vamos por nuestro paseo y es tranquilito y con todo un lado de montaña. Precioso. Ibamos los dos charlando muy animados. Pero cuando llegó al cole... Se me puso detrás escondido y cuando entramos en su clase no quiso que me fuese ni quedarse. Me dijo que no le gustaba nada. Intenté enseñarle los juguetes que sé que más le gustan para que se quedara, pero al final me tuve que ir porque me "echaron" en cierta forma las cuidadoras y cuando salí por la puerta le oí llorar con su penita.

Compungida, yo también me puse a llorar como una tonta.Me senté en un banco en frente de la puerta del cole a mirarla como si así consiguiese que se abriese antes y me dejaran entrar a buscarle. Cuando por fin abrieron, fui corriendo a su clase y me encontré a mi nene la mar de contento. Había hecho una bola de plastilina que llegaba al techo!, me dijo.


Cuando íbamos a casa la conversación fue así:

- Menos mal que te lo has pasado bien en el cole. Yo estaba preocupada porque te he visto triste cuando me he ido. ¿Has llorado?
- Sí, he llorado un poco. Pero luego la señorita me ha dicho: "si vols, sentat a la silla" (imposible que la señorita diga silla pq en catalán es cadira, pero bueno..).
Y le digo:
- Y te sentaste en la silla y ya te animaste a jugar con la plastelina?

- No, me quedé de pie al lado de la silla, sin llorar, con las lágrimas aquí (me decía señalando su carita) y pensando en mis cosas. Entonces me limpié las lágrimas y me puse a jugar con los coches del circuito.

Esa fue la experiencia de mi nene, contada por él con la dulzura que le caracteriza.